“La entrada es gratis. La salida vemos” - Charly García ****Boca Juniors decidió echar a su director técnico, Sebastián Battaglia, luego de la eliminación en octavos de final de la Copa Libertadores 2022. En realidad lo hizo luego de unas declaraciones televisivas en las que el técnico defendió su posición por haber dicho que no le trajeron refuerzos para afrontar el campeonato. Se bajó de su auto y tuvo un contrapunto con un conductor televisivo. A las pocas horas, fue echado de su cargo. Irónicamente podríamos decir que la secuencia demostró que “el club decidió respaldar al host y despidió al entrenador”. En el apuro propio de las decisiones improvisadas, dos miembros del Consejo de Fútbol se reunieron con Battaglia en una estación de servicio. Gasolinera para quienes nos leen fuera de la Argentina. Lejos del club, entre aguas saborizadas, hamburguesas envueltas en papel metalizado y pastillas mentoladas para calmar la tos, le dijeron que no seguiría más. Al día siguiente, un entrenador que había salido campeón del último torneo oficial de la Argentina, saludó rápidamente a los futbolistas y habló con los medios en la calle, fuera de las instalaciones del predio de entrenamiento. Decisiones temperamentales, comunicaciones informales, presiones externas y mediáticas, el caso de Boca es un reflejo de tantos otros casos en el fútbol sudamericano y también en un fútbol europeo que cabalga cada vez con más intensidad en esa dirección. Cada quien puede tener su ejemplo para dar y muy pocos contraejemplos para minimizar la cuestión. Los entrenadores de fútbol de clubes de primera división son contratados y luego despedidos sin que haya alguna evidencia para fundamentar esa toma de decisiones crónica, que se sostiene -al menos en el mercado argentino- desde una sola palabra: “descomprimir”. La descompresión es una puerta giratoria. Se despide en un instante y se busca el sí del que venga lo antes posible.Las salidas de los entrenadores siempre tienen argumentos que las justifican y que resultan muy obvios a los ojos del seguidor del fútbol: malos resultados, desgaste en la relación con jugadores y dirigentes, pérdida de paciencia de los hinchas, críticas despiadadas de los medios. En cualquiera de estos escenarios se podría pensar -inmersos en la dinámica habitual del fútbol- que no existe otra opción en el planeta Tierra que despedir al entrenador. Es decir: siempre que surge éste problema, esa es la solución que hay que aplicar. Discutible.Sin embargo lo que más llama la atención dentro de estos usos y costumbres, es que la contratación de los técnicos también se produce sin más evidencia que la urgencia por conseguir un nuevo entrenador. Porque al acto de echar a un conductor del plantel, le sigue el apuro de ocupar ese lugar antes que la impaciencia de los factores internos y externos vuelvan a presionar. “Tomaron un café y se pusieron de acuerdo en los puntos principales enseguida. Hubo coincidencias”, dicen los cronistas que cubren la vida cotidiana de los clubes, como si la velocidad de entregarle un plantel de 25 profesionales a un entrenador, con el que los dirigentes acaban de conversar, fuera por sí misma una virtud.“Nada nuevo bajo el sol” me podrán decir. Pero esta singularidad recurrente de contratar y despedir recursos humanos desde las emociones -que no es percibida como el funcionamiento de un mercado ineficiente, sino como su práctica natural-, fue motivo de un “paper” de una universidad de Alemania que tomó como material de estudio al fútbol brasileño. En 18 temporadas se registraron 669 cambios de entrenadores en los clubes del Brasileirao. Lo más curioso es que los nombres de despedidos y contratados se repiten como en una cámara de eco. Obviamente, nos tiramos de cabeza a desmenuzar esta investigación. Fue como volver a mirar una película que ya vimos cientos de veces y entonces anticipamos las escenas y los diálogos a quienes nos acompañan. Pero de tan apasionante no podemos dejar de verla y por eso le dedicamos este boletín completo.
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👋 Echar y contratar entrenadores: la…
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“La entrada es gratis. La salida vemos” - Charly García ****Boca Juniors decidió echar a su director técnico, Sebastián Battaglia, luego de la eliminación en octavos de final de la Copa Libertadores 2022. En realidad lo hizo luego de unas declaraciones televisivas en las que el técnico defendió su posición por haber dicho que no le trajeron refuerzos para afrontar el campeonato. Se bajó de su auto y tuvo un contrapunto con un conductor televisivo. A las pocas horas, fue echado de su cargo. Irónicamente podríamos decir que la secuencia demostró que “el club decidió respaldar al host y despidió al entrenador”. En el apuro propio de las decisiones improvisadas, dos miembros del Consejo de Fútbol se reunieron con Battaglia en una estación de servicio. Gasolinera para quienes nos leen fuera de la Argentina. Lejos del club, entre aguas saborizadas, hamburguesas envueltas en papel metalizado y pastillas mentoladas para calmar la tos, le dijeron que no seguiría más. Al día siguiente, un entrenador que había salido campeón del último torneo oficial de la Argentina, saludó rápidamente a los futbolistas y habló con los medios en la calle, fuera de las instalaciones del predio de entrenamiento. Decisiones temperamentales, comunicaciones informales, presiones externas y mediáticas, el caso de Boca es un reflejo de tantos otros casos en el fútbol sudamericano y también en un fútbol europeo que cabalga cada vez con más intensidad en esa dirección. Cada quien puede tener su ejemplo para dar y muy pocos contraejemplos para minimizar la cuestión. Los entrenadores de fútbol de clubes de primera división son contratados y luego despedidos sin que haya alguna evidencia para fundamentar esa toma de decisiones crónica, que se sostiene -al menos en el mercado argentino- desde una sola palabra: “descomprimir”. La descompresión es una puerta giratoria. Se despide en un instante y se busca el sí del que venga lo antes posible.Las salidas de los entrenadores siempre tienen argumentos que las justifican y que resultan muy obvios a los ojos del seguidor del fútbol: malos resultados, desgaste en la relación con jugadores y dirigentes, pérdida de paciencia de los hinchas, críticas despiadadas de los medios. En cualquiera de estos escenarios se podría pensar -inmersos en la dinámica habitual del fútbol- que no existe otra opción en el planeta Tierra que despedir al entrenador. Es decir: siempre que surge éste problema, esa es la solución que hay que aplicar. Discutible.Sin embargo lo que más llama la atención dentro de estos usos y costumbres, es que la contratación de los técnicos también se produce sin más evidencia que la urgencia por conseguir un nuevo entrenador. Porque al acto de echar a un conductor del plantel, le sigue el apuro de ocupar ese lugar antes que la impaciencia de los factores internos y externos vuelvan a presionar. “Tomaron un café y se pusieron de acuerdo en los puntos principales enseguida. Hubo coincidencias”, dicen los cronistas que cubren la vida cotidiana de los clubes, como si la velocidad de entregarle un plantel de 25 profesionales a un entrenador, con el que los dirigentes acaban de conversar, fuera por sí misma una virtud.“Nada nuevo bajo el sol” me podrán decir. Pero esta singularidad recurrente de contratar y despedir recursos humanos desde las emociones -que no es percibida como el funcionamiento de un mercado ineficiente, sino como su práctica natural-, fue motivo de un “paper” de una universidad de Alemania que tomó como material de estudio al fútbol brasileño. En 18 temporadas se registraron 669 cambios de entrenadores en los clubes del Brasileirao. Lo más curioso es que los nombres de despedidos y contratados se repiten como en una cámara de eco. Obviamente, nos tiramos de cabeza a desmenuzar esta investigación. Fue como volver a mirar una película que ya vimos cientos de veces y entonces anticipamos las escenas y los diálogos a quienes nos acompañan. Pero de tan apasionante no podemos dejar de verla y por eso le dedicamos este boletín completo.