Cada martes/miércoles que se juega la Champions League el resto del fútbol se apaga. Se queda con todas las tendencias de Twitter y se adueña de los posteos promocionados. En los países donde el fútbol es artículo de primera necesidad -todos-, sale la cerveza local y entra la de la Champions. Se enciende el universo de la Play 5. Las grandes estrellas le quitan luz a los cracks que viven en la misma ciudad en la que vivimos nosotros. El amor por nuestro club cede por un rato y se activa la pasión por la segunda camiseta, que es global. Una infidelidad permitida.Probablemente tampoco sea necesario poner siempre al fútbol en el obligado plano de lo sentimental: la Champions League garantiza un buen espectáculo desde la neutralidad. A todos nos ha pasado: hinchamos por uno y cuando el que pierde por tres goles de diferencia comienza a remontar, nos cambiamos de bando. Creemos que por no decírselo a nadie, no sucede. Trampa al solitario.Si la Champions de cada mitad de semana apaga al resto del fútbol, la final de un sábado al año tiene la tensión y la quietud del desenlace de un western. Los montículos de paja que cruzan la calle del duelo antes de ver quien dispara primero, en este caso, son las predicciones en redes sociales; si tal o cual llega en condiciones, o si se enfrentan la mejor delantera contra la mejor defensa. Las previas tienen un sentido supremo: aliviar las tensiones. ¿Por qué casi siempre las finales del fútbol desintegran las previas? Porque de tanto hablar se dice una cosa y también lo contrario. Menos por menos es igual a más.Esto no es una previa de la final de la Champions. Es una mirada a dos grandes clubes del fútbol global, a partir de la final de la Champions como una enorme excusa.
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🏆 Champions League: dos personajes…
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Cada martes/miércoles que se juega la Champions League el resto del fútbol se apaga. Se queda con todas las tendencias de Twitter y se adueña de los posteos promocionados. En los países donde el fútbol es artículo de primera necesidad -todos-, sale la cerveza local y entra la de la Champions. Se enciende el universo de la Play 5. Las grandes estrellas le quitan luz a los cracks que viven en la misma ciudad en la que vivimos nosotros. El amor por nuestro club cede por un rato y se activa la pasión por la segunda camiseta, que es global. Una infidelidad permitida.Probablemente tampoco sea necesario poner siempre al fútbol en el obligado plano de lo sentimental: la Champions League garantiza un buen espectáculo desde la neutralidad. A todos nos ha pasado: hinchamos por uno y cuando el que pierde por tres goles de diferencia comienza a remontar, nos cambiamos de bando. Creemos que por no decírselo a nadie, no sucede. Trampa al solitario.Si la Champions de cada mitad de semana apaga al resto del fútbol, la final de un sábado al año tiene la tensión y la quietud del desenlace de un western. Los montículos de paja que cruzan la calle del duelo antes de ver quien dispara primero, en este caso, son las predicciones en redes sociales; si tal o cual llega en condiciones, o si se enfrentan la mejor delantera contra la mejor defensa. Las previas tienen un sentido supremo: aliviar las tensiones. ¿Por qué casi siempre las finales del fútbol desintegran las previas? Porque de tanto hablar se dice una cosa y también lo contrario. Menos por menos es igual a más.Esto no es una previa de la final de la Champions. Es una mirada a dos grandes clubes del fútbol global, a partir de la final de la Champions como una enorme excusa.