❌ El beso que paralizó al fútbol
El abuso cometido por Luis Rubiales desencadenó una serie de comportamientos que un dirigente deportivo no debería tener. Entre tantos otros, robarle su momento de gloria a un seleccionado campeón.
El Beso es una de las esculturas más emblemáticas de Auguste Rodin. Tan celebrada y reconocida que existen diferentes versiones de la obra, algunas hechas por el mismo creador y otras elaboradas por otros artistas bendecidos con el don de producir réplicas. Una pieza hecha en yeso fue donada por el propio Rodin al Museo de Bellas Artes de Buenos Aires en 1908.
He visitado más de una vez el Museo Rodin en París donde hay una versión en mármol de El Beso. Una ocasión, lejana ya, fue durante el Mundial de Fútbol en Francia 98. En aquel entonces, sin redes sociales, las coberturas daban más tiempo libre. La acreditación de un Mundial tenía menos poder persuasivo que ahora y no era recurso suficiente para habilitar gratis la entrada al museo. También recuerdo que otro enviado especial jugó la carta de “estudiante” para no pagar y mostró el carnet de socio del videoclub del barrio para ahorrarse unos euros. Tuvo éxito: nada detiene a un argentino con viáticos cuando quiere forzar los reglamentos.
Volviendo a El Beso, se trata de una escultura que se refiere a un beso adúltero consumado según la literatura en 1285 y hecho escultura por Rodin en 1889. La inspiración de la obra surge desde beso de Paolo y Francesca, en uno de los relatos del infierno de Dante Alighieri en la Divina Comedia.
Hace una semana, un beso que no debió producirse desató otra clase de infierno en el ambiente del fútbol. Sobre ese fuego que era evitable, sobrevino una hoguera de vanidades que nos podría ayudar a reflexionar sobre cómo el fútbol femenino todavía está sumergido en comportamientos que no deberían tener lugar.
Todo el daño que provocó el beso de Rubiales
Hay varios niveles de dificultad que aparecen en el momento de sentarse a escribir. Cierto tono confesional que han adquirido los denominados newsletter de autor, ahora facilitan que cada firmante abra selectivamente su alma en el instante de la escritura. Va mi aporte en ese sentido: me cuesta escribir cuando el tema es demasiado obvio.
Todo el asunto con Luis Rubiales lo es. Con la cascada de hechos provocados antes y después por el presidente de la Federación española, el beso impuesto a la futbolista Jennifer Hermoso, los genitales agarrados en el palco, las disculpas que no lo fueron, y otras cuestiones que se cuentan en backstage sobre el manejo de los asuntos internos de la Federación Española. Temario que me resulta distante y que francamente desconozco. Pero un par de imágenes, videos de disculpas sin sabor y una nube de palabras que no explicaron nada, hacen que vea toda la cadena de sucesos luzcan demasiado obvios.
Me siento limitado en el recurso de aportar algo nutritivo. Sin posibilidad de encontrarle matices y sin comprender cómo el abandono de un cargo no es el desenlace natural a esta situación.
No queda otra que volver a contar lo que cuentan todos. Sucede también que rechazo casi en la misma proporción el recurso de pontificar (“el árbitro debió haber echado al marcador de punta”) y decir qué se debe hacer. Si el dato mata opinión, no tengo problemas en dejar que en mi caso la opinión se muera de aburrimiento.
Pero en este caso la acusación se hace sola porque el asunto derrocha obviedad. Lo que yo veo en el caso de Rubiales no es un beso no consentido, como si esa premiación fuera una instancia en la que dos personas se hubieran citado ahí para darse un beso. Lo que se ve es un gesto de abuso en un momento de celebración de un seleccionado femenino campeón del mundo, con todo el derecho de ser compartido con quienes fueron parte de ese logro, incluído el presidente de la propia federación.
Más abajo podrán encontrar detalles del nivel de interés que despertó esta catarata de sucesos desagradables. Lo también llamativo es que, entiendo yo, en el deseo de no contaminar los contagiosos festejos de las jugadoras españolas, el planeta entero le permitió a Luis Rubiales tener una ventana temporal de condescendencia: la que fue entre el beso a Hermoso hasta el video de disculpas que grabó, con las mismas ganas que tiene un chico de irse a la cama a las 22, cuando recién empieza el segundo tiempo del partido y la mamá no lo deja.
Los equipos de PR del fútbol ya deberían saber que la expresión “si ofendí a alguien, pido disculpas” no corre más: porque si el líder está grabando ese video, justamente es porque ofendió a muchos. Si no se lo dicen porque tienen miedo de que los echen, deberían ser echados de todos modos porque están haciendo mal su trabajo.
Ese lapso, ese tiempo de gracia, es el que no utilizó Rubiales para encontrarle una salida elegante y orgánica, casi sincera, a un momento que incluso podría haber sido empaquetado como un desliz y no como la continuidad de un dirigente de fútbol que ya se había agarrado los huevos en público, en un palco, junto a una Reina y una Infanta.
La reflexión que surge con respecto al episodio con Rubiales es que algunos mecanismos deben funcionar muy mal en el esquema de las organizaciones deportivas para que la no renuncia de un presidente implique sí la renuncia masiva de miembros de un staff técnico de una federación, que anteriormente ya había sufrido la renuncia masiva de 15 futbolistas que habían reclamados cambios en el modo de gestionar de la RFEF.
Ahora son más de 80 jugadoras las que se niegan a ser convocadas, además de las renuncias de los integrantes del staff técnico del seleccionado femenino y la postura contraria a Rubiales de los entenadores de los dos seleccionados principales.
El mundo se vuelve horizontal y colaborativo, las compañías aceptan (a veces de mala gana, pero lo aceptan) que ahora el conocimiento fluya de abajo hacia arriba, pero una federación deportiva no encuentra los mecanismos necesarios para correr de manera justificada y no antojadiza al activo tóxico, en lugar de que toda la estructura y sus mejores talentos se desmoronen a su alrededor.
Lo que sabemos es lo que vimos: todo el asunto Rubiales produjo un interés global que ahora puede ser visualizado a partir de las búsquedas comparativas de Google Trends. No hubo casi rincón en el mundo en el cual el tema no haya sido motivo de conversación. El punto más alto se da el 25 de agosto cuando el presidente de la RFEF termina convertido en un meme creado por él mismo con su expresión “no voy a dimitir” repetida tres veces.
Cerrada la ventana temporal por la que pudo haber escapado como un Harry Potter desangelado en el andén 9¾, Rubiales es testigo de su propio desastre que observa cómo llueven las muestras de apoyo de todas partes del mundo desde adentro del fútbol y de otros seleccionados deportivos españoles.
Si esto se tratara sobre fútbol, y yo escribiera opiniones, Rubiales debería haber recibido la primera amarilla por lo de los genitales en el palco y una segunda por el beso a Hermoso en el podio. El VAR aplicado por la sabiduría de masas global procesó de otro modo el episodio y no se creyó las disculpas: lo segundo era para roja directa.
Pero aunque no lo parezca, esto no se trata sobre fútbol. Es acerca de la gestión y la mala lectura sobre cómo han cambiado los tiempos: lo recordaron bien los patrocinadores de la RFEF, al sentar su posición por la acción de Rubiales. Estas declaraciones demoran más días en llegar: hay que revisar contratos, cláusulas y analizar escenarios sobre el probable impacto de las decisiones.
Todavía hay cuestiones que no se mueven a la velocidad de las redes sociales, aunque cada marca y organización sabe que hay tiempos internos adecuados para arribar a una respuesta que no son precisos, pero que presionan. Ricardo Fort, el experto en patrocinios deportivos, escribió que las marcas deberían tener un reaseguro que les permite rescindir sus acuerdos antes situaciones como las generadas por Rubiales.
La suspensión provisoria de la FIFA llegó como el telón final de una semana de sucesos fallidos que escapan a cualquier manual de control de daños. BBC cuenta en detalle los alcances de la suspensión, el silencio denso de UEFA sobre el episodio y las consecuencias que este asunto puede tener para Rubiales.
Son hechos que quedan atrapados unos dentro de otros, como unas mamushkas que cobijan desastres, que ponen en crisis a una organización cuando el mecanismo de control total del lider, es capaz de eclipsar la celebración de un campeonato mundial de fútbol. Y dejar a Jenni Hermoso encapsulada en una memoria que la estigmatiza y que le quitó la libertad de disfrutar lo que sobreviene a un triunfo.
Como en los infiernos del Dante, Jenni Hermoso queda condenada a la eternidad de un beso que no le pidió a nadie y que ella no quiso.
Eso es lo que Rubiales le quitó a ese equipo. Totalmente obvio. Pero había que volver a contarlo.
-Nota final: recomiendo todo el seguimiento que hace Relevo sobre el tema Rubiales, un medio nativo digital y que se construye con la perspectiva de género ya incorporada a su práctica periodística.
A una semana de Sports Summit Leaders en Buenos Aires!






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