😝El consumo irónico del fútbol en la era de los pibardos
Los nuevos circuitos de contenidos basados en burlas, ironías y memes fascina a la Gen Z. El interés por el deporte ya no es monopolio del mainstream. Cómo conseguir que el juego vuelva a importar .
Adam Silver quiere que los analistas de la NBA hablen más de las estrategias del juego que de los asuntos periféricos del básquet. Max Verstappen, de 26 años, tricampeón mundial de F1 se quejó porque en Las Vegas la emoción de las carreras no es el plato principal que se le sirve a los espectadores. Verstappen es un campeón que tiene la edad de sus fans.
"Aquí muchos vienen para irse de fiesta, tomar algunos tragos, ver shows, pero es algo que también se puede hacer por todo el mundo. Puedo ir a Ibiza y ponerme ciego, ¿sabes?" - Max Verstappen, sobre el GP de Las Vegas.
La NFL recurre a creadores de contenidos para fortalecer su propuesta de partidos en vivo en YouTube, pero la propuesta más robusta de sus transmisiones tiene al juego y a sus estrategias como el contenido principal. Eso no se negocia.
Los síntomas son inconexos, pero podrían hablar de un mismo estímulo: intentar consolidar al fanático casual a partir del conocimiento deportivo y de la tarea de los comentaristas para que el juego sea una experiencia que vale la pena por si misma.
Alvaro Martin y Coach Morales recogieron ese desafío del comisionado de la NBA y lo comentaron con esta advertencia: “Tiemblen influencers, tiemblen..”. El cambio de paradigma apuntaría a que la NBA tome el modelo de la NFL, donde los analistas describen la trama oculta del juego y que las explicaciones en manos de los expertos sean el valor agregado para los fanáticos. (Nota imprescindible: todos sabemos que Alvaro Martin y Coach Morales lo hacen).
Silver expuso su visión en una entrevista en este podcast (se refiere al tema a los 49 minutos de la charla), cuando lo consultaron sobre qué podría mejorarse desde el contenido auxiliar que rodea a los partidos de NBA y que no son generados ni por la liga ni por los broadcasters que transmiten los partidos. Es muy buena la pregunta: ¿qué hacen los licenciatarios de derechos para fidelizar y educar a sus fans? En otros tiempos no parecía que eso fuera necesario.
La proliferación del denominado ancillary content es el asunto clave de esta época. La amplificación de lo que sucede con el deporte ya no es monopolio de los propietarios de los derechos ni de las grandes televisoras. La pesadilla del mainstream es el crecimiento y la aceptación popular de shows, highlights y viralización en redes sociales de contenidos sobre fútbol que llegan desde los márgenes y ganaron el centro de la escena.
Una disputa de audiencia que no tiene precedentes en la historia de los medios y que le quita el sueño a más de uno en la industria. Streamers recién llegados, periodistas polémicos y algunos freaks que, a bajo costo, generan contenidos que suman cientos de miles de visualizaciones en YouTube. Los estudiantes de las escuelas de periodismo quieren hacer eso y no ir a los medios mainstream. El tablero cambió completamente.
Si hablamos de Generación Z, en la Argentina esa franja de espectadores tiene un vínculo muy especial con el fútbol y los contenidos periféricos: el consumo irónico, utilizar al fútbol como insumo para la diversión y la burla si hace falta, se impone por encima de todo lo demás.
El fútbol en la era de los pibardos: derecho al consumo irónico y a la broma pesada digital
Generación Z puede ser una categoría tan global como vacía. Es una etiqueta importada, que abarca generacionalmente a un perfil con intereses similares y que pondría en conexión directa a un joven con auriculares gigantes en un Starbucks de Boston con otro que trabaja freelo en Lima. En verdad la Generación Z tiene tantos subgrupos como realidades sociales y económicas existen entre sus miembros.
De cara al fútbol, hablaría más de “los pibes” que de Gen Z. O de los pibardos cuando nos proponemos calibrar la mira y apuntar con precisión. Los pibardos son los que se comunican con memes. Son pibes que les hablan a otros pibes para gastarlos o para quererlos como pares. Esas fotos de los futbolistas masterclass de la selección argentina cuando se mueven en manada y se visten con ropa que nadie admite, son un clásico recurso para celebrar la existencia de los pibardos como taggeo de lo aspiracional. La juntada digital en clave de fútbol. La afirmación de personalidad en un momento de la vida -ellos no lo saben- en que todavía la fragilidad es un factor a tener en cuenta.
Ese universo de los pibardos surfean los contenidos de interés mixto con Olga y Luzu, se ponen más picantes con Paren La Mano y se entregan a las conversaciones trash de El Loco y El Cuerdo, para subir el voltaje definitivo con Carroza y Coroniti. Usan Instagram solo como DM o para compartir stories con los “mejores amigos”.
Lo que no quieren que el mundo sepa va por Discord. Un par de influencers, cuentas sobre fútbol que abusan del “pfffff” y otras afines al club del cual son hinchas, completan el menú de contenidos. La adicción a las apuestas deportivas puede ser su lado oscuro y el nuevo temor para padres preocupados por sus hijos.
En ese devenir, el fútbol y sus subtemas aparecen como islotes ocasionales de conversación en todo ese espinel de consumo de contenidos digitales. Nada de la TV mainstream. Tampoco portales de medios tradicionales. Mucho Azzaro y Duka, poco Beltramo y Negro Bulos por poner algún nombre propio random. Cuando por casualidad algún segmento de los programas futbolísticos tradicionales los encuentra, por lo general es en formato de reacción o de pecheada legendaria -el que sabe de que estamos hablando, listo, lo sabe-; en todo caso como Shorts o como un recorte en X, ex Twitter.
La generación de los pibardos oscila entre el fútbol en vivo -que no perdió interés- y los contenidos de armado de menu propio en You Tube. Esa generación también cambió su motivación para ver partidos de fútbol.
Un ejemplo: se ha vuelto un hábito el consumo irónico del fútbol de la definición del Ascenso con el fin de detectar si los jugadores “se dejan caer” apenas pisan el área, si el árbitro se inclina hacia uno de los lados con tanta pasión que indigna y si la simulación en la lucha por una amarilla o roja al rival es más importante que jugar al fútbol de un modo decente y llevar el pan a casa.
El reducido de la B Nacional convertido en una metafora de los shows de lucha libre, donde no se detecta qué es cierto y qué es fantasía. O si es aquello que no se puede nombrar. Lo cual es una pena total porque para muchos hinchas de clubes del ascenso, ese es el único fútbol real, de carne y hueso, con una pasión desinteresada que les sale de las tripas.
Nada que objetar. Quienes me siguen o leen saben cómo pienso, pero la sinceridad antes que nada: la explosión del consumo de los contenidos snack relacionadas con el fútbol, por una cuestión de tamaño o duración, no puede traer otra cosa que un chiste, un comentario divertido, una anécdota extraída de una streaming office donde el micrófono Shure le tapa la cara al que habla.
No entra mucho más en esos instantes. Esos instantes son el corazón de la propuesta y lo certifican los históricos del periodismo que escapan de la era de hielo hacia los nuevos formatos. Para estar, ahora hay que estar ahí y de ese modo.
El fútbol que llega destilado a esas terminales comunicacionales lo hace en forma de píldoras y de comentario a la pasada que con muchísima suerte puede saltar del short al highlight y de ahí al programa completo. “Mucho texto”, diría un pibardo. Es muy difícil que pueda darse toda esa cadena virtuosa que lleva desde lo particular al espectáculo deportivo global. Se necesita mucho para que desde un reel se pueda construir un fanático deportivo constante y consistente.
Las plataformas sociales que dominan el mundo son diferentes, pero suelen actualizar sus prestaciones a las costumbres que los propios usuarios definen con sus usos. A la hora de ofrecer sus insights, YouTube, Instagram y TikTok llegan ideas similares:
Las nuevas generaciones no reparan tanto en el origen de un contenido. No les importa si fue producido por una marca consolidada de los medios o por un creador de contenidos. Final de las jerarquías.
No pretenden una producción cuidada ni de industria cuando consumen y comparten un video. Incluso desconfían de aquello que tiene demasiada producción.
Por eso entiendo a Adam Silver cuando pide que los nuevos fanáticos del deporte lleguen por abrazar los conceptos del juego, los “fundamentos” como es mandatorio en el básquet, en lugar de dejar en exclusiva el conocimiento de la NBA en la paleta de gustos de un influencer que hoy está y mañana se va con la marca de cerveza a ver Coldplay y pasado mañana al Inter Miami previa pasada por los cinco mejores lugares para brunchear.
Las organizaciones jamás deben dejar de dar su batalla por el conocimiento y la pasión por el juego. Hay muy poco que hacer en el otro circuito de contenidos, más allá de lo extremo que se ponen en ocasiones algunos CM de clubes y ligas. Es otro palo, otro momento y otro lenguaje.
Se juega al límite y los medios tradicionales no controlan, tampoco los clubes, la gran conversación. Pero no hay que dejar de tirar todas las redes posibles con influencers y creadores de contenidos, pero luego atrapar a los fanáticos con estrategias, tácticas y otras maravillas que tiene el deporte. Ya habrá tiempo para distracciones, comentarios burlones y dejar los partidos como pantallas que solo acompañan la conversación amena entre pares.
Si el equipo gana se celebra. Si el equipo pierde aparecerá el sarcasmo para morigerar el mal trago. El fanático de estos tiempos parece venir con el derecho a la broma pesada digital si la satisfacción no es completa. Hay que acompañar la época y no confrontar con ella. Cada parpadeo ganado sobre una acción del juego, será un instante en el que el propietario de un derecho respirará aliviado.
El consumo irónico del fútbol es el plato con más salida en el restaurante de los contenidos. Hay todo un circuito de programas en plataformas -shows trash como también otros de alta calidad de análisis-, posteos en redes sociales, memes, spaces, reacciones y comentarios snack en Twitter que no se tocan nunca con el sistema mainstream que paga por derechos de transmisión.
Contenidos auxiliares, sin el partido en vivo en el centro, pero que suman visualizaciones de cien mil en cada emisión y complementan la oferta original. Esas comunidades son las que están habitadas por los pibardos.
Tal vez dentro de 20 años, los pibardos quieran y necesiten sentarse tranquilos en un sillón, pagar lo que haya que pagar y pedir el menú de business y no de clase turista.
Pero todavía no lo sabemos. Así es cómo cambió todo.
📺 Más de 60 mil millones de dólares en derechos para 2024. Según el Global Media Report publicado por SportBusiness, los Juegos Olímpicos Paris 2024 y la Eurocopa de fútbol llevarán al pago global de derechos deportivos a superar por primera vez la barrera de los 60 mil millones de dólares. Los datos indican que en 2023 la cifra alcanzó los 55.986 millones en 2023. El fútbol fue el deporte número uno en venta de derechos por 19.183 millones.
🥊Atletas vs. prensa deportiva. Un análisis de 110 publicaciones hechas por deportistas en The Players' Tribune ofrece una perspectiva sobre la tensión histórica entre medios deportivos y atletas. El paper recoge la percepción de los deportistas sobre estereotipos y visiones sesgadas que la prensa puede tener en su relación con ellos. La investigación también pone en crisis un paradigma que afecta a los periodistas, especialmente a aquellos que se consideran figuras del ecosistema de medios deportivos y lideres de opinión que se consideraban indiscutibles: con las plataformas sociales, el periodista ya no tiene la última palabra. Se puede ver acá y requiere suscripción.
🗳️ Elecciones en Boca. Antes de asumir, las elecciones en Boca Juniors del próximo 3 de diciembre, son definitivamente un asunto para Javier Milei, presidente electo de la Argentina.
Que la AFA no pague las membresías para el uso de las herramientas de análisis de partidos y rivales, y tener que hacerlo del bolsillo propio, tal vez no sea la razón definitiva para que el cuerpo técnico de la Selección Argentina decida hacerse a un lado a un año de haber ganado el Mundial de Qatar 2022, pero describe apenas un ladrillo en la pared de lo que se describe bajo los eufemismos de desorganización, cortocircuitos y falta de profesionalismo.
Lionel Scaloni ya está en Mallorca, el lugar donde vive, para pensar si continuará siendo el entrenador de la Selección Argentina. ¿Sensaciones? Creo que cuánto más lo piense, más lejos estará de regresar.
Gracias por haber leído. Y por recomendarnos si quieren
Hasta la próxima,
mg.